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「Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ IV」𝑅𝑒𝑞𝑢𝑖𝑒𝑚

Salieron de la cocina con pasos constantes, Copia era el encargado de dirigirlos. 

Durante su caminata, algunos miembros del clero les detuvieron dando palabras de aliento y expresando su felicidad al verlo más recuperado, sin embargo, la más conmovedora de las escenas vino de una de las hermanas más antiguas del clero: Teresa. La mujer vestía ropas bien planchadas, por el desgaste en las orillas, se podría adivinar que su buen estado se debía a los cuidados dados a través del tiempo, las arrugas surcaban su cara pero más que dar una apariencia brusca, se le había conferido la ternura con ellas, habló: 

"Papa, es una pena lo que ha pasado con sus hermanos. La vida se les arrebató antes de la llamada de nuestro divino arcángel caído, pero no dudes que han de estar bajo su resguardo y que ahora ellos serán los encargados de guiarte hacia la verdad para que puedas darles justicia y predicar nuestra palabra por los continentes más lejanos". Su discurso finalizó con una de sus manos sobre la mejilla del más joven de los Emeritus para posteriormente seguir con su camino.

"Que el Oscuro Señor lo resguarde".

"Contamos con usted".

"Háganos saber si necesita algo".

El cardenal esperó paciente cada vez que sucedía, luego, retomaba su guía sin decir palabra alguna.

Pronto se vieron en el pasillo principal de la planta baja. Caminaron por el centro causando que en varias ocasiones la multitud se hicieran a un lado dejándoles pasar. Por primera vez en días, la esperanza brillaba en los ojos de las personas que tanto cariño le tenían a III y la nube de incertidumbre se despejaba: Habían buenas nuevas...

Les tomo algunos minutos más llegar a su destino.

Para la exhibición de Primo y Secondo fue elegida la capilla central, usualmente gozaba de tonos ocres y dorado, pero fue necesaria una adecuación para ambos. En el arco de la entrada cuatro Ghouls custodiaban sin moverse. Copia le invitó a pasar acompañándolo por el pasillo central: Luces rojas tenues lograban dar un aspecto elegante, las sombras que se formaban en las estatuillas que los rodeaban evocaban la sensación de los rituales celebrados en fechas específicas. En medio del altar principal, estaban ambos ataúdes, rodeados por cadenas de terciopelo carmesí y oro, que buscaban alejar a los curiosos imprudentes. El castaño retiró una para dejarlo pasar.

—Adelante. Si necesita algo, estaré cerca de la entrada. 

Tercero avanzó sin dejar de apreciar cada detalle a su alrededor, sorprendido con las remodelaciones, desconocía por completo aquel lugar ahora que resguardaba el eterno sueño de su linaje.

Sus pasos cesaron al estar frente a ambos féretros, una corta distancia los separa uno del otro. Se toma un momento para contemplar la caja de cristal que los protege mientras se acerca a uno; reposan en una base oscura. Escucha a su acompañante alejándose para brindarle su espacio.

Sus manos juntas siguen a su réquiem, absorto en el silencio sepulcral.

El Primer Papa descansa sobre un tapizado suave, elegante y del mismo color que ilumina la capilla, él se inclina ligeramente para verlo de cerca, como si aún no pudiera creerlo, pero en verdad está ahí, la vestimenta, el maquillaje, exactamente como lo recordaba. Un suspiro escapa sigiloso y su mano parecía indecisa, posándose en la fría superficie que lo separaba de su hermano mayor.

Cerró sus ojos unos minutos, mantuvo su compostura encaminándose al segundo. Se apoyó suavemente en el borde del féretro, Secondo también lucía su caracterización, incluso su báculo se hallaba junto a él. Habían sido meticulosos, no tenía ninguna queja con el trabajo realizado, aún así, se debatía si su memoria sería respetada una vez que se volviesen objetos de admiración ante una gran cantidad de personas... y él estuvo a punto de encontrarse postrado, frío, a un lado de ellos.

La idea de verse encerrado dentro de una caja de cristal le provocó un escalofrío; las cosas habían cambiado y él era el único vínculo que unía al presente con el pasado, aún podía avivar el fuego que no logró apagarse, lo que veía frente a sus ojos era su razón, el honor de su familia, la lealtad hacia el Clero.

Ya no mostraba una mirada vacía, toda la melancolía y la pena de su despedida no iban a ser ocultadas, no iba a cerrarse al mundo ni reprimir sus aflicciones, no obtendría ningún beneficio: Se centraría en canalizarlas, dirigirlas hacia una misma motivación, no se lamentaría ni se perdería de nuevo. 

Durante el recorrido del Papa por los féretros de sus difuntos, el Cardenal se mantuvo sereno, pero eso no pudo evitar mantener el movimiento constante de sus manos, las cuales no atinaban lugar en dondereposar: Limpiaban polvo invisible de su sotana, se colocaban a los lados, seentrelazaban a modo de plegaria y finalmente se detuvieron la una sobre la otra a la altura de la cadera.

Había observado discretamente aunque con atención, finalmente Tercero retrocedió con la cabeza en alto, un llamado hacia él resonó en la capilla, suspiró y sus prontos pasos lo llevaron donde le requerían.

—Cardenal —hubo un silencio hasta que las pisadas del hombre se apresuraron a él. Una pregunta surcaba su mente en ese momento, no se dio la vuelta una vez que Copia acudió a su llamado— ¿Qué dijeron los medios?

Aún no tenían evidencias sobre el homicidio, pero era curioso de la versión extraoficial que se brindó al público y las opiniones de la iglesia al respecto.

—Si... todo tuvo que ser muy rápido; traté de mantener la mayor discreción posible, lo cual no fue fácil —una de sus manos negó con el índice—, inicialmente Sister Imperator me ordenó no revelar nada, pero apenas unas horas después de su llegada al hospital se dieron a conocer fotos que mostraban su ingreso y otras más de los Ghouls custodiando su cuarto. La nota fue lamentable y muy vaga pero sembraron la duda de una posible sobre dosis por el uso de estupefacientes, ya sabe, muy rockstar.

Mostró una sonrisa incompleta, incómoda, no obtuvo una reacción significativa, así que siguió: 

—Era cuestión de tiempo para qué descubrieran la defunción de los Papas, así que con la autorización de las principales autoridades mandé un comunicado en nombre del Clero, fui bastante ambiguo, sólo indiqué los decesos acompañados de unas palabras que demostraban el luto por el que atravesábamos, mi intención fue mantener a raya a los medios a través de la empatía —se encogió de hombros—. Probablemente eso no los detenga mucho tiempo pero hasta ahora ha funcionado muy bien, con pequeñas excepciones. Al parecer nadie ha ligado su estadía en el hospital con el fallecimiento de los Papas, pero dudo que los seguidores sean así de ingenuos, se trata de un secreto a voces —se llevó un índice a los labios para luego señalar a su acompañante— ¡Eso me recuerda! sus fans han estado sumamente preocupados, a través de redes sociales han hecho saber su preocupación, <<Lineage Emeritus Rest In Hell>> y <<He Is Alive>> fue trending topic en Twitter. Además tenemos una habitación completa llena de cartas y regalos dirigidos a usted. Puedo llevarlo ahora si así lo desea. 

Las noticias sobre la comunidad de fans conmovieron al Papa. Sin duda la respuesta de sus seguidores siempre era positiva hacia ellos. Aunque no tenían redes sociales por cada personalidad, la cuenta general que manejaban les permitía enterarse de las novedades, tal vez hasta se tomaría un tiempo de leer las notas sobre lo ocurrido. Pronto debería dar una respuesta pública a todas las personas que estuvieron pendientes de su salud como agradecimiento, prepararía un buen recibimiento para su iglesia en la próxima misa negra. 

Sin embargo no podía ocultar la pesadez que le provocaba el ambiente, cosa que Copia había notado, dando una mirada a las vitrinas detrás, quizá necesitaba más tiempo con ellos... no era el mejor momento para sugerir algo así.

—O puede quedarse otro poco más, le puedo ordenar a los Ghouls que lo dejen estar y no permitan interrupción alguna. 

La iniciativa anterior no le pareció mala idea; mordió el interior de su labio pensando en aceptar, sin embargo, creyó más adecuado revisar la correspondencia en la tarde sin interrupciones, de momento retomaría sus actividades rutinarias y planearía aquellas que tenía pendientes, le esperaba una semana laboriosa para organizarse, algunas tendrían que solicitar autorización directamente con el Papa Zero, escribiría un documento.

—No —respondió—, le pediré a alguien más que me lleve en unas horas. Aquí ya he terminado.

Fue claro con sus deseos y, por un momento el Cardenal recordó el lugar que ocupaba en el clero.

Algo incómodo se removió en suinterior. No agregó más, sólo acataría la orden.

Emeritus vio los restos de su linaje una última vez, antes de sumergirse en la oscuridad, el silencio intensificó su susurro, oraciones inentendibles. 

Cualquiera que se hallase cerca, se habría marchado, sin embargo el Cardenal decidió quedarse para despedirse correctamente, y al encontrarse con III adentrándose en un ritual desconocido para él, supo que había cometido un error.

La luz tenue que rodeaba los féretros se volvió parpadeante; pronto un escalofrío recorrió su espina dorsal hasta llegar a su cuello donde pudo jurar sentir labios sobre su nuca susurrando conjuros tan antiguos como el Lucifer mismo, las sombras de las figuras talladas que adornaban el altar se agitaron como las llamas, las estatuillas parecieron mirarlo, todos los vellos de su cuerpo se erizaron.

¿Qué era por lo que clamaba aquel hombre tan poderoso como para atraerentes sin necesidad de ofrecer sacrificio alguno?

Pese a su intento poragudizar su oído le fue imposible saber qué oración se narraba. Hasta que las últimas palabras del Papa apaciguaron a las entidades que llamaba, claras finalmente:

—... defendat placet.

Calma.

Así cómo la brisa macabra vino, todo cesó.

El de sotana roja se obligó a mantener la compostura, pero aún sentía su piel reaccionarante aquel extraño estímulo; Terzo, en cambio, siguió inmóvil unos segundos más.

Sus párpados revelaron aquel iris que parecía iluminarse, había un misticismo que Copia no pasó por alto. Sensación que se rompió una vez que su objeto de atención sacudió su ropaje y dándose la vuelta se adelantó, indicándole al Cardenal que lo siguiera a la entrada.

El hombre no tardó el alcanzarlo, sacudiendo todo pensamiento que había formado.

—Ya no dispongo más de su tiempo, puede regresar a sus responsabilidades —cruzaron el umbral de regreso al pasillo. 

—De acuerdo —respondió, aún tenía cosas pendientes a pesar de haber delegado otras tantas, una iglesia no se mantenía en pie sola,sí una cosa era segura, es que siempre había trabajo.

Esa brevedad descolocó un poco al otro, la actitud distante y abrupta.

Las cosas se habían puesto tensas después del informe solicitado hace unos minutos; lo pensó un momento.

Caminaron juntos hasta el punto en que tomarían direcciones distintas, se detuvieron pero antes de despedirse, III confirmó la próxima salida acordada durante el desayuno:

— Entonces, ¿El viernes a medio día? —giró su rostro hacia él con una sonrisa pícara— Sabe que en ese horario tenemos una misa, ¿Cierto? Si lo que quiere es que nos desaparezcamos durante nuestra cita, no tengo ningún problema —dijo con diversión, sonando sugestivo por la justificación dada anteriormente por Copia a su encuentro— Haremos lo que usted quiera, por supuesto, será conocer a sus roedores.

Por el lado de Copia, se había encontrado envuelto en una burbuja, burbuja que estalló al escucharlo confirmar lo que torpemente había insinuado en la mañana.

Se sintió desubicado y el calor inundo su rostro al ver semejante gesto en la cara del Papa. Si su natural torpeza se veía desprovista de vergüenza, definitivamente en ese momento supo recordar y reconocer el sentimiento. Sabía de lo descarado que podía ser el hombre ante insinuaciones semejantes: Hombres, mujeres o ghouls. Nada lo detenía, después de todo, parte de su filosofía era esa: Ser totalmente libres sin restricción alguna. 

Tercero esperaba una respuesta. Directamente optó por dejar pasar su tono sugestivo, mostrando su habitual sonrisa, aun así contestó:

—¿Lo que yo quiera? Es mucho poder el que me da ¿No lo cree? —sugirió con un tono casi inocente, guiñó— ¡Conocer a mis pequeños será! 

Una leve inclinación basto para despedirse mientras daba la vuelta y se precipitaba con pasos decididos alejándose por el pasillo.

Emeritus permaneció aún de pie en el cruce, satisfecho con la contestación aunque algo corto de despedida; como si su futura cita simplemente hubiese huido con un "Hasta luego" desesperado... No importaba. 

Ya tenía algo a lo cual mantenerse expectante.

Se acomodó la mitra, ocultando una sonrisa mientras tomaba su propio camino al deber.


La visita a Emeritus había logrado retrasarlo en muchas de sus actividades.

Al llegar a la entrada de su oficina tuvo que quedarse unos minutos afuera con el temor infantil a lo que lo esperaba "Tu puedes Copia, ya has hecho esto antes. Lo has hecho toda la vida... ¡Lo he hecho toda la vida!" Aquel último pensamiento no fue suficiente para tomar coraje, por el contrario lo hizo retroceder la mano de la perilla tan rápidamente como si la hubieran puesto al rojo vivo.

Comenzó a caminar de un lado a otro por minutos dándose valor mientras algunas hermanas pasaban, lo miraban y reían "Supongo que será peor si lo dejo pasar".

Abrió la puerta.

En la habitación se encontró justo con lo que temía, un par de columnas de papeles que correspondían a permisos, peticiones de algunas de iglesias dispersas a través de todo el mundo y hojas del inventario pertenecientes al ministerio que solicitaban la compra de insumos básicos para las ceremonias por venir.

El cardenal suspiro pesadamente, fue uno de sus roedores al recibirlo lo que lo animo mientras se agachaba para invitarlo a escalar por su brazo.

Cerró detrás de sí y se quedó todo el resto de la tarde firmando y redactando cartas de respuesta.

Un ghoul llamó a la puerta, al no obtener contestación se adentró sin permiso, preocupado, lo que encontró allí fue un Cardenal exhausto dormido en el piso cerca del escritorio.

El cardenal no supo adivinar cómo había llegado a su habitación esa mañana.

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